Según informa el diario CLM24, un estudio en ratones y en células humanas demuestra que reducir la asparagina es una buena estrategia frente a la expansión del tumor de mama de peor pronóstico.
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No es la primera vez que se dice que el ayuno puede ser beneficioso para los pacientes de cáncer. De hecho, el ayuno intermitente cada vez emerge más como técnica asociada a diversos beneficios para la salud. Pero lo que sí es nuevo es que la restricción dietética de determinados compuestos podría ser una herramienta para evitar la deriva más peligrosa del cáncer, la expansión de las células tumorales a lugares distantes del tumor primario, las temidas metástasis.
Ahora, un estudio publicado en Nature revela que es algo que podría funcionar, aunque sólo se ha probado en ratones y en células humanas en laboratorio. Es decir, falta lo más importante, su traslación a humanos, que se pruebe en personas enfermas. Pero sin duda se trata de un primer paso interesante.
En esta ocasión, no se habla de restricción dietética generalizada, sino sólo de un aminoácido, la asparagina. Tampoco es un método para todos los tipos de cáncer, sino para el de mama, y no cualquiera, sino el más necesitado, el triple negativo, precisamente aquel que goza de menos opciones terapéuticas por su tendencia a hacer metástasis y convertirse así en incurable.
Los autores del trabajo han demostrado que limitar el aminoácido en cuestión, reduce significativamente la capacidad del cáncer para viajar a sitios distantes del cuerpo.
Evitar la asparagina no es especialmente complicado, ya que la ciencia tiene muy identificados los alimentos ricos en ella, que no son pocos: los espárragos, de donde saca el nombre, los lácteos, la ternera, el pollo, los huevos, el marisco, las patatas y las legumbres, así como la soja y los cereales de grano entero. Es decir, alimentos que no tienen por qué ser insanos per se.
La alternativa es prácticamente ceñirse a consumir la mayoría de las frutas y verduras, excepto el ya citado espárrago. Puede parecer una opción monótona y aburrida, pero la cosa cambia si supone un seguro de vida frente al cáncer de mama más mortal.
«Nuestro estudio se añade a la creciente evidente científica que sugiere que la dieta puede influir en el curso de la enfermedad», explica Simon Knott, uno de los dos firmantes principales del trabajo, en el que han participado 12 centros, entre ellos el suyo, el Centro de Bioinformática y Genómica Funcional del Hospital Cedars-Sinai.
Lo que llamó la atención de los científicos es que la presencia de la enzima asparagina sintetasa -sí, la que usan las células para fabricar el aminoácido- en un tumor primario se asociaba con fuerza a la expansión del cáncer a sitios distantes.
Para acabar con la enzima se probaron dos vías, la restricción dietética del compuesto y el tratamiento con el fármaco L-asparaginasa, una quimioterapia utilizada especialmente para cánceres de la sangre. Huelga decir que la primera aproximación tiene muchos menos efectos secundarios que la primera, además de una aplicación mucho más sencilla.
Los autores también llevaron a cabo el camino inverso con ratones a los que cebaron con alimentos ricos en el aminoácido y que vieron como sus tumores de mama se expandían con muchísima facilidad.
«Los resultados del estudio sugieren casi con certeza que los cambios en la dieta pueden impactar tanto en cómo responde un individuo a la terapia de inicio como en sus posibilidades de que el primer tumor se expanda con posterioridad», explica el otro autor principal del trabajo, Gregory Hannon, del Cancer Research UK Cambridge Institute.
Por esta razón, el siguiente paso es obvio. Los investigadores se están planteando poner en marcha un estudio en el que participantes sanos consuman una dieta baja en asparagina. Si los niveles de este aminoácido en sangre bajan, se pasaría a probar la técnica en enfermos de cáncer. Lo lógico sería, eso sí, que la aproximación se combinara con otros tratamientos de la enfermedad, sobre todo quimio e inmunoterapia.