Es la máxima arquitectura negra en toda la región. Las pequeñas casas de este pueblecito se levantan con piedras desnudas y tejas de pizarra. El paseo por sus calles se convierte en bares y tiendas de artesanía mientras que por el camino se encuentran lugares tan únicos como la Iglesia de San José o el lavadero, que hoy alberga la oficina de turismo. También hay guiños a la Historia, con las constantes referencias al Rey de los Patones, la figura de antiguo juez de paz anciano, alcalde y sabio que embaucó a Carlos III, monarca que se acostumbró a llamar de este modo a todos los gobernantes locales con estas características.
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