Según informa merca2, y vemos en el Facebook de la Policia Local de Madrid, esta es la triste realidad de un agente de policía local.
“Se acabó, no aguanto más. No quiero seguir siendo policía”.
Esta es la triste realidad de un agente de la Policía Municipal de Madrid, que es extrapolable a muchos policías nacionales, locales y guardias civiles.
La Seguridad es un asunto muy controvertido, todo el mundo la necesita, pero la mayoría de personas la observan con recelo y desconfianza, según afirman estos descontentos agentes.
Los últimos incidentes acaecidos en Lavapiés han reflejado la deplorable situación que viven los policías, maltratados en ocasiones por la opinión pública y desprotegidos por las administraciones.
Son noticia cada mes, cada semana, cada día. Los encargados de salvaguardar la integridad de los ciudadanos son el epicentro de la actualidad pase lo que pase.
O al menos, esa es la sensación que tienen en los senos de los cuerpos. Se han convertido en un blanco fácil de la sociedad y en muchas ocasiones sienten el abandono de la administración. “En multitud de veces tenemos el enemigo en casa”, afirman.
Profesionales por vocación, por convicción, por forma de ser.
Todos ellos entraron en sus diferentes cuerpos de seguridad con el único objetivo de proteger a los débiles y garantizar el cumplimiento de la ley.
Pero tras años de servicio, el hastío ha hecho mella en muchos agentes y guardias civiles. “Este es el único trabajo que cuando tomas el servicio, no sabes si terminarás en la cárcel, herido o muerto, o arruinado”, afirma un agente municipal.
Precisamente, esta última circunstancia es la que le ha ocurrido a un policía local de la capital. Arruinado y ayudado económicamente por sus compañeros, tras una controvertida sentencia de un juez.
“Un individuo corría para evitar la multa por botellón en la plaza del 2 dos de mayo. Un compañero logró alcanzarle, reducirle y detenerle. Tras el juicio por resistencia activa a un agente de la autoridad, el magistrado decide imponerle al policía una multa.
En la causa, se habla de una supuesta lesión de rodilla y aunque el fiscal no presenta cargos contra el agente el juez le condena a pagarle 40.000 euros de indemnización al detenido”, narra un compañero del afectado.
En la actualidad, la administración le descuenta todos los meses de la nómina un porcentaje y sus propios colegas de profesión son los encargados de ayudarle con los gastos de la hipoteca y de sus dos hijos.
“Después de esto no quiere ser policía ni salir a la calle”, explica un policía cercano al caso.
Lavapiés fue un auténtico infierno para la Policía.
La intrahistoria de la batalla campal de Lavapiés.
El fallecer en un acto de servicio es otro de los posibles riesgos –evidente por otra parte- del agente.
En este sentido, los policías y guardias civiles entienden que tienen que garantizar la seguridad del ciudadano, cuando no son capaces ni siquiera de salvaguardar la suya propia.
Falta de material, de efectivos, elementos de trabajo en mal estado y protocolos demasiados restrictivos son barreras que evitan que los policías puedan realizar sus labores de una manera segura. “Si tú no estás protegido, es muy difícil proteger al ciudadano”.
Arma sí, pero enfundada
El uso del arma y las circunstancias en las que se emplea son un objeto de debate continuo.
Los más críticos aseguran que el protocolo es demasiado restrictivo para el agente, porque existen muchas situaciones en las que no pueden emplearla.
Además, el policía está obligado a dar el alto al supuesto infractor y de realizar el primer disparo al aire o al suelo a modo de aviso.
“Si tú no estás protegido, es muy difícil proteger al ciudadano”.
El problema es que el desánimo que cunde en los cuerpos de seguridad no sólo alcanza a los agentes con experiencia o con años, sino que también es protagonista en la academia de Ávila. “Aquí es cierto que observamos como los policías somos señalados en la prensa como los malos de la película y esto desalienta”, afirma un alumno de Ávila.
La administración torpedea a la policía.
“Lo vivido en Lavapiés es sólo la constatación de un hecho: no nos quieren y nunca nos van a querer. Han sido capaces de dar validez a informaciones surgidas en las redes sociales, antes que, a sus propios trabajadores, que somos nosotros. Me han pegado, me han insultado, me han tirado botellas, me han lanzado adoquines… pero cuando sientes que son los de arriba, tus jefes los que no apoyan… Ya no quiero ser policía, porque ahora se castiga más al que hace cumplir la Ley que al que la infringe”, afirma uno de los agentes que intervino en el castizo barrio de Madrid.
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